Completamente aturdida y a punto de perder la
conciencia, lo veo salir como una sombra y pasar junto a mí a una velocidad
increíble. Caigo de rodillas y apenas consigo atisbar lo que pasa a mí
alrededor, algo continúa debilitándome y, aunque no me desmayo como creía, siento
como si me arrebataran lentamente la vida. De pronto me siento temblar de frío.
Escucho ruidos extraños, voces, gritos,
maldiciones, e intento fijar mi vista en algún punto, pero todo es borroso,
cada vez más. Un cuerpo cae frente a mí, inerte, y a pesar del miedo que aún me
acompaña los latidos de mi corazón son cada vez más débiles. Siento el impulso
de cerrar los ojos y dormir durante horas y sé reconocer que, de alguna manera,
me estoy muriendo. Y lo prefiero así antes que ser atravesada por una espada.
No pasa mucho antes de que todo vuelva a ser
silencio (¿o son imaginaciones mías?). El chico del bosque, aquél de los ojos
verdes, se me acerca de prisa y se agacha frente a mí, agitado; casi puedo oír
su respiración irregular. Sus manos sujetan mis hombros y aproxima mi torso al
suyo, sin dejar de mirarme fijamente; de a poco comienzo a notar sus rasgos,
con esfuerzo, como si mi visión se enfocara por momentos. Creo que no lo había
notado antes, pero es el hombre más hermoso que he visto en mi vida.
_ Escúchame bien, Lydia_ dice, y su voz suena
lejana, resonante._ Necesitas deshacerte del escudo. Te estás matando.
Sus palabras me confunden más aún, pero la más
importante de mis preguntas y que, de poder hablar formularía, es cómo. Ni
siquiera estoy consciente de qué escudo habla, mucho menos de cómo deshacerlo.
_ Cierra los ojos y busca dentro de ti. Tiene
que haber una luz brillante que se apaga más y más_ Sigo sus instrucciones y no
me tardo en encontrarla, pero ya no brilla, ni mucho menos. A penas ilumina. Y
parece estar a punto de apagarse._ Estás usando de esa luz para crear el escudo.
Esa es tu energía y, como la utilices toda, morirás. Tienes que parar.
Pese a que en un principio no comprendo ni una
palabra de lo que dice, cuando me dejo llevar por lo que veo casi puedo
sentirme a mí misma extrayendo de aquella luz extraña. Tardo en comprender
cómo, pero lo hago y me detengo, me resulta extremadamente fácil; a mí alrededor
algo se desvanece y un alivio desconocido me recorre el cuerpo. Antes de abrir
los ojos creo ver el pequeño brillo, que antes comenzaba a apagarse, crecer. Aún
si siento que podría dormir durante años, hago un esfuerzo por incorporarme mientras
mi visión lentamente vuelve; me duele cada músculo que muevo.
Noto su brazo en el mío, ayudándome, y me apoyo
en él; todo a mi alrededor da vueltas y me sujeto de su capa durante unos
segundos. Me siento terrible y mi confusión alcanza límites extremos, necesito
respuestas. Lo miro a los ojos y a punto estoy de pedírselas, pero una
sensación de paz me invade observándolo y por un momento no quiero romperla.
Para cuando consigo despegar mi mirada de la suya, desisto, decidida a cumplir
mi promesa. Me aparto un paso.
_ ¿Puedes decirme, al menos, tu nombre?_ acabo
por preguntar, sin dejar de mirar el piso. Aún en la oscuridad, creo verlo
sonreír, con el rabillo del ojo.
_ Shasta_ contesta, con un tono de voz que deja
entrever aquella sonrisa_ Mi nombre es Shasta.
No me molesto en decirle el mío, pues sé que ya
lo sabe, me limito a levantar lentamente la mirada mientras una sonrisa pide
formarse en mis labios. Pero no me atrevo. No recuerdo cuándo fue la última vez
que sonreí.
_ Lamento haberte dejado sola, pero, ya ves,
nadie puede saber que estás aquí._ Camina hasta situarse detrás de mí y yo me
volteo instintivamente, viéndolo volverse y andar en reversa, con sus ojos
clavados en los míos._ Vamos, tenemos aún más prisa que antes.
Comienzo a andar también y al poco lo alcanzo;
en medio del silencio interrumpido únicamente por nuestros pasos, no puedo
evitar pensar, mirándolo, que tal vez me equivoqué, que tal vez una parte de mí
quiere confiar en él a pesar de todo. Andamos así un buen rato, sin hablar, yo
viéndolo únicamente de reojo, de tanto en tanto.
_ Responderé cinco de tus preguntas, si quieres_
comenta de pronto, como si nada, sin inmutar el ritmo acelerado de sus pasos.
Clavo mis ojos en los suyos, corroborando sus palabras en su rostro_ Tenemos
más de un kilómetro hasta el siguiente portal…
_ Diez_ pido, intentando organizar el remolino
de dudas que gira en mi mente, volándose cada una cuando me dispongo a
sujetarlas._ Y hay tiempo para muchas más en un kilómetro de caminata.
_ Cinco_ repite, observándome de reojo, y en
aquella oscuridad me parece distinguir un destello de burla en su máscara de
frialdad.
_ Ocho_ vuelvo a intentar, más sumisamente, casi
en un tono interrogante. Aparta su mirada de la mía, negando con la cabeza, y
de repente todo se vuelve (¿o es impresión mía) un poco más oscuro. Se mantiene
en silencio unos segundos y estoy a punto de conformarme cuando vuelve a abrir
la boca.
_ Seis_ ofrece, sin apenas girar su cabeza, con
ambas cejas alzadas._ Tres. Dos. U…
_ Bien_ acepto, resignada y al mismo tiempo
desesperada por escuchar esas pocas respuestas. Vuelvo a intentar acomodar mis
preguntas en orden prioritario.
_ Intentaré contestar todas, pero ten en cuenta
que hay cosas que ahora te costará comprender por más que te las explique.
_ ¿Dónde estamos?_ escojo en primer lugar,
observando instintivamente alrededor, notando que el cielo comienza a aclararse
lentamente, tornándose de un azul más y más claro, desapareciendo una a una las
estrellas.
_ Ahora mismo, en Kytsha._ parece querer
reorganizar sus ideas antes de aclarar:_ Reino de Danjerest. Lo sé, no estoy
diciendo nada con eso. No es parte del mundo que tú conoces, por muy extraño (y
tal vez loco) que suene…; estamos en el mismo planeta, pisando la misma tierra
y observando el mismo cielo, pero en un tiempo y espacio diferente.
Frunzo el ceño, incrédula, mirándolo fijamente
como si pudiera perforar y observar dentro de él y saber si miente. O si
aquello tan descabellado es la verdad. Después de todo, nada de lo que he visto
hasta ahora tuvo lógica alguna; me callo mi inseguridad pero, como si pudiera
olerla, continúa.
_ Usamos portales para pasar de un mundo en
otro, como ya has visto, aunque no es común. Desconocemos si hay otros. Dentro
de este mundo con el que pronto de adaptarás, Danjarest es el reino más
importante de los que lo rodean, al menos. Limita con el río Jorlik al este,
los bosques altos al norte, las montañas blancas oeste y los bosques bajos al
sur_ dice, señalando sus palabras en el aire, como si dibujara un mapa_. Kytsha
es una de sus provincias y está casi en medio del territorio. No hay mucho más
que pueda agregar, pero te mostraré un mapa cuando lleguemos.
Mirándolo mientras habla, tengo que esforzarme
por prestar atención a sus palabras; mi mente divaga y, por alguna razón, mis
ojos se centran en su rostro, su nariz, su boca moviéndose… Me despejo cuando
llega al final y asimilo las palabras que acabo de escuchar, naciendo de
aquella respuesta aún más dudas. Pero todas pueden esperar a otro momento.
_ ¿A dónde vamos y por qué me trajiste aquí?_
suelto, pensando que quizás debería haber empezado por allí, sin poder
contenerlas cuando por fin las saco de aquél remolino.
_ Esas son dos_ aclara, queriendo cerciorase de
que estoy al tanto y luego no protestaré.
_ Lo sé_ respondo rápido, sin darle importancia.
Comienzo a ser consciente, mientras desaparece el frío, del dolor que poco a
poco me recuerda la velada anterior y noto lo extraño que ha transcurrido el
tiempo. Me siento tentada a preguntar cuántas horas han pasado, si es que han
pasado horas, y me pregunto a mí misma cómo puede estar amaneciendo ahora si
cuando me levanté, hace poco rato, era pleno día. Pospongo eso para después.
_ Vamos a Thanger, la provincia más pequeña del
reino; más exactamente a la región oculta. Te estoy llevando al castillo (lo
llaman el “palacio perdido”), donde te espera la reina. No la reina de
Danjerest, quiero decir… Es difícil de explicar_ acaba murmurando, mirando al
piso pensativo, tratando de acomodar sus pensamientos y luego ponerlos en
palabras_ Digamos que hubo una vez unos reyes gobernando el territorio, pero
fueron destronados y la corona fue robada por otros. Esos reyes originales se
escondieron y esperan el momento para recuperar Danjerest. Pero tu papel en
esta historia no es algo que yo deba exponer, lo siento. Te lo dirán mucho
mejor cuando lleguemos.
_ Vale, pero no me has contestado_ aclaro,
imitando levemente su tono de advertencia._ Aún tengo 4 preguntas.
Asiente con la cabeza, echándome una fugaz
mirada de reojo que casi se me pasa por alto. Muerdo mi labio inferior pensativa,
escogiendo la siguiente; son muchísimas pero, de pronto, ninguna me parece
importante.
_ ¿Qué hay del tuyo?_ pregunto al fin en un tono
más bien bajo, avergonzada de mi propia curiosidad. Esta vez me mira
abiertamente y creo, espero equivocarme, que siento más calientes las mejillas;
tal vez sólo por ocultar mi incomodidad, aclaro: _ Tu papel en esa historia.
De haber tardado dos segundos más en volverme
lentamente hacia él, la sombra que cruza su rostro (una sombra extraña, tal vez
la sombra de un humor oscuro) se me habría pasado desapercibida. Y pese a que
enseguida se esfuma, su mirada sobre la mía me atemoriza. Me recorre un
escalofrío y repentinamente cada golpe recibido la noche anterior arde como ni
siquiera en ese momento ardió, asustándome todavía más. Intento disimularlo,
pero no puedo evitar ralentizar el ritmo de mis pasos. No se da por enterado.
De pronto, como aliviando la tención, suelta un risita.
_ ¿Mi papel?_ dice pero, en contraste con su
expresión divertida, me parece ver duda en sus ojos. Entonces ensancha
levemente su sonrisa y toda expresión desaparece de sus ojos._ Enseñarte a
cumplir el tuyo.
_ ¿Enseñarme qué?_ pregunto frunciendo el ceño,
cada vez mas confundida. Vuelve a sonreír, esta vez sin mensajes detrás, como
si le gustara mi pregunta. O, tal vez, su propia respuesta.
_ Magia_ responde como si esa palabra por si
sola tuviera el poder de poner patas arriba el mundo.
(...)